

Las personas que tienen en su familia antecedentes de alcoholismo a menudo se preguntan si tienen más posibilidades de padecer una adicción. Igualmente, las personas que han padecido problemas con el alcohol se preguntan si su experiencia puede facilitar la predisposición de sus hijos a padecer un trastorno similar. En definitiva, se preguntan si el alcoholismo es genético.
En los últimos años se ha investigado mucho para identificar los factores que contribuyen a que una persona desarrolle una adicción, entre los que efectivamente se encuentran causas genéticas. Las investigaciones han demostrado que los factores genéticos sí tienen influencia sobre el alcoholismo, determinando que los hijos de padres alcohólicos son hasta cuatro veces más propensos a desarrollar problemas de este tipo.
Sin embargo, el alcoholismo no solo se determina por la composición genética heredada, tal como pone de manifiesto el National Institue on Alcohol Abuse and Alcoholism norteamericano, institución referente a nivel mundial en cuestiones de adicción al alcohol, en su publicación sobre Antecedentes del alcoholismo en la familia. De hecho, a pesar de esta mayor predisposición, la mayoría de hijos de padres alcohólicos no llegan a serlo.
Si bien la composición genética tiene un impacto relativo en la posibilidad de heredar la disposición a trastornos adictivos, hay distintos factores ambientales relacionados con el entorno familiar que sí disparan la posibilidad de padecer alcoholismo:
Por lo tanto, a pesar de que el hecho de tener familiares con antecedentes de alcoholismo incrementa la posibilidad de reproducirlos, su impacto es reducido si los efectos en la unidad familiar también se mantienen limitados.
Como se ha expuesto, la presencia del abuso del alcohol en los antecedentes familiares no garantiza que la persona será alcohólica, como tampoco el hecho de tener problemas con el alcohol implica que transmitiremos este trastorno a nuestros hijos. Sin embargo, conociendo el factor de riesgo las medidas de precaución deben ser mayores.
En primer lugar, en los jóvenes es fundamental retrasar la edad de iniciarse en la bebida, puesto que varias investigaciones han demostrado que el riesgo de convertirse en alcohólico es mayor cuando se empieza a beber a edad temprana.
Por otro lado, en el caso de personas maduras, es necesario moderar en extremo el consumo de alcohol, y entender que tendrán más dificultades que otras personas de su entorno para mantener un consumo moderado.
Si una persona teme por la posible herencia de los trastornos mentales ante antecedentes familiares, la mejor solución es discutir estas preocupaciones con un profesional de la salud. Los psiquiatras y psicólogos podrán evaluar los hábitos respecto al consumo de alcohol y analizar si se trata de una situación de riesgo.
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