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Existen muchos aspectos de nuestra vida cotidiana que pueden provocarnos preocupación o angustia, como por ejemplo, el trabajo, el dinero, la salud o la familia. Sentir cierta ansiedad ante determinadas situaciones de estrés e incertidumbre, es una reacción normal de los individuos. Ahora bien, cuando esta preocupación pasa a ser continua, irracional y desproporcionada puede derivar en un trastorno de ansiedad generalizada (TAG).
Para las personas que sufren este tipo de trastorno de ansiedad la vida se convierte en una preocupación constante. Sienten un miedo exagerado e irreal sobre cualquier aspecto del día a día sin ningún motivo aparente. La ansiedad acaba dominándolas y afectando negativamente en sus actividades diarias y en sus relaciones personales, ya que siempre esperan que las cosas salgan mal. Estas sensaciones negativas que se perciben en el presente impiden que puedan imaginarse posibles situaciones futuras.
Como hemos apuntado, la principal característica del trastorno de ansiedad generalizada es tener una preocupación y ansiedad excesiva e irracional, persistente (al menos la mitad de los días durante un mínimo de seis meses) y difícil de controlar sobre todos los aspectos de la vida diaria (trabajo, familia, salud, dinero, amistades, etc). Los síntomas que nos indican que una persona puede padecer trastorno de ansiedad generalizada son:
Uno de los tratamientos más eficaces para combatir el trastorno de ansiedad generalizada es la terapia cognitivo-conductual, ya que enseña a los pacientes herramientas para controlar la ansiedad. Estas pueden complementarse con otras técnicas de relajación que pueden resultar beneficiosas. Asimismo, el uso de psicofármacos también puede ser útil en su tratamiento.
Según explica el Instituto Nacional de Salud Mental, el TAG puede ser hereditario, aunque “nadie sabe con seguridad por qué algunas personas lo tienen y otras no”. Las investigaciones también apuntan que este tipo de trastorno de ansiedad está asociado a una activación más baja de lo normal en la corteza prefrontal y en el córtex del cíngulo anterior. Además, también se indica que el estrés y los factores ambientales pueden influir en el desarrollo del TAG.
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